domingo, 7 de abril de 2013

Bitácora. Parte VII. Epílogo. La Coruña.

Se acaba la travesía. Llegué a Santander y de allí cogí un autobús directo a mis tierras gallegas, donde estaré unos días.

No sé como explicarlo, he visto lugares decentes en todos lados, pero como Galicia no hay dos. Galicia sí que es increíble. No hay lugar como el hogar, yo podré vivir donde sea, pero a Galicia iré con cierta regularidad siempre.

La mezcla de aire puro, lengua y cultura propias, junto con la comida más perfecta del mundo hacen que todo lo demás sea un chiste de mal gusto.

Galicia además tiene un efecto maravilloso en las personas que logra hacerme dormir unas 16 horas por día. Es el mejor lugar de descanso del mundo. Relaja la mente y deshace los problemas. La eterna lluvia sienta bien además. Y el mar, pobres incomprendidos los que no entiendan del mar, elemento tan fundamental en mi vida. Toca sumergir los pies en el agua helada y en la arena, sin importar la fría temperatura, no sé cuando volveré a ver el mar.

Será tiempo de leer, escribir, dormir y comer. Lo único que había leído era Zarathustra de Nietzsche y The Dice Man de Luke Reinheart. El último lo tenía pendiente desde hace meses y terminó siendo una total obra de arte literaria, debo agradecer la recomendación a un exprofesor de mis tiempos Londinenses, al mítico Dave Inman, un majete. Saludos Profe.

Después tocará volver a Madrid, volver a la realidad, a la jungla de concreto, a las playas fluviales, al constante "seseo", a la ausencia de mariscos decentes y a la desgarradora ausencia de mar.

Me quedo con Múnich como ciudad y con Neuschwanstein y San Siro como atractivos. Soy cada vez más fan de la Baviera, no de Alemania, de la Baviera Alemana. Eso sí que es increíble. Objetivamente Viena es mejor ciudad, Múnich es más de mi gusto, a Austria le falta fútbol. Suiza era tierra conocida. Italia mola, su parecido sociocultural con España es notable, es una España diferente, la seguiré recorriendo con calma.

Me pongo a pensar que lugares quisiera recorrer, no me viene nada a la cabeza. No tengo nada pendiente, salvo el placer de viajar, el placer de dormir en ándenes y aeropuertos, hacer autoestop, de jorobarme la espalda, de mendigar para sobrevivir y de vivir a pan y agua. Si muero mañana sólo me arrepiento de no haber visto al Athletic sacar la gabarra por la Ría de Bilbao para festejar algún título y de no haber ido a Islandia, pero ese es un viaje que requiere calma; tiempo, presupuesto y extensa preparación físico-mental (Sin mencionar que depende del clima). Además me pongo viejo, las hernias discales, la ciática, los fallos renales, los problemas en el hígado, la diabetes y el descontrol del colesterol están por venir. Ya no estoy en ritmo de recorrer 25 kilómetros a diario para luego dormir en un bus.

El viaje había servido para retomar el blog como mucha gente me había sugerido, pero ahora no diviso de que escribir en un futuro. Publicar escritos viejos no es algo que contemplo. Ya pensaré.

Sin más que añadir, esta serie de siete artículos ve su fin. Marcamos prólogo en Barajas y epílogo en "la ciudad en la que nadie es forastero". En el medio estuvieron Ginebra, Baviera, Múnich, Viena y Milán. El mar, el mar Coruñés queda adjunto. Hasta la bitáctora del Verano.

"Te Veré en Otra Vida, Hermano".

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