viernes, 22 de marzo de 2013

Bitácora. Parte I. Prólogo. Barajas.


Justo cuando me había jurado no volver a viajar sin planificar. Nueva aventura.

Hace siete días vine al Aeropuerto de Barajas a lanzarle un dardo al tablero de la Terminal 1, el destino iba a ser aleatorio. Por factores financieros, deseaba que no fuera algo al otro lado del Atlántico. Por factores logísticos, deseaba que no fuera algún lugar que ya conociera, así cumplía con mi regla de conocer algún lugar nuevo en el mapa cada año. Bueno, eso ya lo cumplí, en una arrancada en enero se me ocurrió salir del centro de Madrid, llegué a Getafe. Más nunca.

Di con un tablero alejado, el dardo se afincó y del tablero saltaron chispas. Pude ser multado pero no había nadie cerca. El país era conocido, pero la ciudad era un destino nuevo. Genève, en visceralmente repulsivo francés. Geneva, en perfecto inglés. Ginebra, en castellano barriobajero, no, nada que ver la bebida. Los cantones afrancesados de Suiza tienen mucha más clase, porque por ello son afrancesados y no franceses.

El recorrido era aleatorio, al oeste esperaba Francia, no gracias. Al norte son tierras conocidas. Al sur una Italia que tienta, pero que demanda calma y presupuesto, sin mencionar que te aísla geográficamente. Al este debía ser la ruta, Alpes, Baviera y el Tirol.

La mentalidad era la misma de siempre, la de supervivencia. Varios días revisando el forecast, se esperaban tormentas de nieve. Prohibidos los pantalones cortos, me desgarra el alma. En la ruta estaba Berna, Salzburg, Fussen, Graz, Viena, Praga, Verona. El itinerario no era compatible con los conceptos “fijo”, “establecido” o “planificado”. Esto sería hitchhiking puro. No habían time constraints, puesto que no había vuelo de regreso, eso era un pendiente, uno de tantos. Y después los románticos insomnes dicen que “dormir es para los débiles”, no lo sé, pero algo es seguro, planificar sí que es de débiles.

La llegada a Barajas tiene fecha el 19 de marzo de 2013, 7:00pm de la noche, par de horas antes del despegue. La mochila no cambia, dotación de calcetines y calzoncillos, par de camisetas, chándal y un vaquero, Converse sucia y rota, pasta, documentación necesaria, portátil, Kindle, móviles con baterías de repuesto, cámara, la videoconsola portátil, muchos cargadores y mucho cableado. 31 horas sin dormir. Ese día había presentado seis exámenes, que demandé todos el mismo día para salir antes de vacaciones. Tenía un buen playlist y acceso a enchufes. En la Kindle, “The Dice Man” de Luke Rhinehart, las dos primeras de Sherlock Holmes, “Cumbres Borrascosas” de Emily Bronte, cuentos de Horacio Quiroga, “Así habló Zaratustra” de Nietzsche y “Por quién doblan las campañas” de Hemingway. Barba perfilada de 10 días, para combatir el frío.

Llegaría a Ginebra de noche, pasaría la noche en el aeropuerto y continuaría luego hacia la ciudad.

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