domingo, 31 de marzo de 2013

Bitácora. Parte V. Viena

Llegué a la estación de autobuses de Viena a las 5:00, al bajarme experimenté más frío que en toda mi vida. Eran cerca de -5 grados, pero con humedad cero. Las tormentas de -16 en la Baviera no eran tan frías. El lado positivo es que eso indicaba que el cielo estaría despejado. Soy muy de estudiar meteorología recientemente. La máxima estaba pautada cerca de los tres grados. Logro conseguir la estación del metro para ir al centro, pero me quedo dando vueltas de tren en tren por una hora, hacía demasiado frío para bajarse.

Hago tiempo y me bajo en el centro, nunca había estado tan agradecido de conseguir un Starbucks en toda mi vida. Fui el primer cliente, estuve allí más de dos horas sin quedarme dormido, eso sí que era un récord. Recargué todas mis baterías y me conecté a WiFi. Busqué un hostal, necesitaba un lugar donde bañarme y dejar mi mochila. Viena era grande y tenía sólo un día, necesitaba estar fresco y rápido.

Ya bañado, procedo a abordar la ciudad. Primero voy a la oficina de turismo a aprenderme el mapa de la ciudad y preguntar por los sitios a visitar. Viena no era Múnich ni Ginebra, no tenía vasto conocimiento de la ciudad. Tenía que visitar dos palacios alejados del centro, la sede de la ONU y el recorrido a pie por el centro histórico. Lo único que me iba a faltar era ir a la ópera, pero eso será para cuando devengue ingresos propios.

Primero a los palacios de Schönbrunn y Belvedere, en ese orden. Ahora recomiendo visitarlos en orden inverso por el impacto de Schönbrunn, esa misma razón por la que me niego a visitar la Capilla Sixtina hasta que no haya visto el resto del mundo. Schönbrunn era la sede de gobierno del Imperio Austro-Húngaro, espectacular en todo aspecto, la visita toma tiempo pero vale la pena. Después a Belvedere, palacio secundario donde no hay mucho que ver, me cabreó el hecho de haberme tomado el tiempo en ir hasta allá.

De vuelta al centro, en ese momento llevaba tres viajes en el Metro de Viena sin pagar, era un cachondeo, no tenía torniquetes. Me dirijo a la sede de las Naciones Unidas, no había nada interesante allí, solo la división del Danubio y la Isla del Danubio que estaban cercanos. Aquel río que permitía que Viena fuera la conexión entre este y oeste de Europa y que permitió el crecimiento de Austria como civilización. Sin embargo, en la zona estaba el Pratter, uno de los parques temáticos más antiguos y famosos de Europa junto al mítico Tivoli de Copenhagen. Personalmente, me gusto mucho más el de la metrópoli danesa. Claro, mis puntos de vista son subjetivos, yo siempré tendré a Dinamarca en lo más alto del mundo. Y a Bélgica, y a Euskadi, y a Galicia, y a Boston (Aunque nunca haya estado en Boston), y a la Baviera.

Daba de cuenta que en pocos días había visitado dos de las tres sedes de las Naciones Unidas, Ginebra y Viena; faltaba Nueva York. El día en que vaya a Nueva York me estaré un día y seguiré hacia Filadelfia, de allí a Boston intensivo, esa sí que es una ciudad que vale la pana visitar. Ya caía la tarde, se mantenía el frío pero sin comparación del que sentí cuando me bajé del bus en la mañana. No recuerdo haber pasado tanto frío en mi vida. Me devolvía al centro, al café de la Ópera de Viena, el mejor café que he degustado en mi corta (pero plenamente vivida!) vida.

Procedía a dar la vuelta por el centro, Plaza de los Héroes, Ópera de Mózart, Universidad, Monumento a Beethoven, Ayuntamiento, Palacio de Gobierno, Cátedral de San Esteban de Viena. Los edificios de Viena eran uno más espectacular que el otro. Era una ciudad magnífica, la comida era bastante buena, lis mariscos además eran sorprendentemente tolerables, mezclaba a la perfección lo clásico y lo moderno. Sólo le jodía el clima. Sin embargo, Múnich (E inclusive Zúrich) son ciudades de habla alemana que son mucho más de mi preferencia.

A Viena le faltaba algo, en Viena no había fútbol, estaba falto de la necesidad más básica de un hombre. El equipo más popular de Viena era el Bayern de Múnich, que no jugaba en Viena ni en Austria. La Selección de Austria y los equipos de Viena eran muy secundarios. Pregunté si tenían alguna estatua de Schwarzeneger, el tipo que le enseñó a los Americanos que Austria no era una isla pequeña junto a Australia. Era más probable que la tuvieran de Beckenbauer, Lahm, Kroos o Schweinsteiger. En Viena sólo conocen a Mózart y a los jugadores del Bayern.

Me devolvía a la estación de autobuses. Hice un total de 10 viajes sin pagar en el metro de Viena. Mi autobús salía demorado, tenía que llegar a Bergamo a tomar un avión en 36 horas. No entendía porque se demoraba el bus, todos hablaban Alemán, la estación estaba llena de Gitanos que iban a Europa del Este. Me terminó salvando y orientando una Chilena que hablaba Alemán. Es increíble como me complico en esas nimiedades pero no tengo problema de enfrentarme a tormentas de nieve en medio de la nada en la Baviera alemana. Iba a la ciudad grande más cercana a Bergamo, serían12 horas de trayecto. Destino: Milán (Y San Siro!).

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